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Llenando los zapatos de mi padre

Descargar PDF Estudio Bíblico | 15/07/2024

INTRODUCCIÓN

En el evangelio de Juan, el Señor Jesús nos dice:

“De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis»

Juan 5:19-20 nos habla así de los principios que se observan en una correcta relación de Padre e Hijo. Enseña la manera en que un hijo tiene que seguir a su Padre, oír su voz, y reflejar su autoridad.

Al honrar a Cristo Jesús, el Hijo de Dios, al creer en su nombre, y al aceptar su muerte en la cruz, como sacrificio para el perdón de nuestros pecados, tenemos nueva vida, recibimos una nueva identidad y somos llamados hijos de Dios. En Juan 1:12 dice:

“Mas a todos los que le recibieron,(a Cristo) a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”

Honrar al Hijo, es honrar al Padre, en esta unidad radica la verdadera adoración. Iglesia, cuando la gente nos mira, tiene que ver la autoridad del Padre reflejada en nuestras vidas.

1. DONDE TÚ ESTÁS, YO ESTARÉ

“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida. Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida»
Juan 5:21-24

Jesús enseña el principio de honra al Padre, “El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. Debemos aprender de Jesús, a honrar al Padre, a ser verdaderos y fieles hijos de Dios. Jesús como Hijo de Dios, ama la presencia de su Padre, y revela la autoridad de su presencia. Como hijos, debemos amar la presencia del padre y estar dispuestos a estar con el Padre a donde sea que él nos lleve.

Jesús entendió el principio de estar en la presencia del Padre. Cuando Jesús llamó a sus discípulos, ellos estaban en sus actividades rutinarias. No los llamó un domingo, sino en un día de trabajo, en semana laboral. Pedro estaba en plena pesca, cuando Jesús lo miró y dijo; Pedro ya no serás pescador de peces, sino que haré de ti un pescador de hombres.

“Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después.”
Juan 13:36

Jesús le dijo a Pedro; donde yo voy no podes ir todavía, porque el camino no se trazó todavía, pero voy dar los pasos, voy a sufrir, voy a morir, voy a donde no puedes ir para ganar lo que vos no podes ganar, para tener la victoria que hoy no podes tener, para entregarte la capacidad de pasar de muerte a vida, para que en momentos de enfermedad puedas declarar; soy sano, soy libre, soy hijo de Dios. Jesús, como Hijo del Hombre, ya trazó el camino y nosotros también podemos caminar, porque Jesús lo abrió para que podamos llegar también a la presencia de Dios. (Juan 14:6)

Y dice en el versículo 37 “Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti.” A veces, nosotros estamos dispuestos a dar todo, cuando pensamos que sabemos cuánto va a costar, pero
como hijos no tenemos idea del precio que paga el padre. Y Jesús le respondió: “¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.”

Jesús al igual que otros rabinos, era un maestro que llamaba a sus discípulos a seguirle. Sin embargo, su llamado tenía una autoridad y un propósito divino, no solo les invitaba a aprender sino a participar en su misión. No somos llamados simplemente para aprender algo de nuestro Maestro, porque el conocimiento sin la aplicación no sirve de nada.

Iglesia, este es nuestro desafío hoy, no solo ser oidores sino hacedores dispuestos a participar y seguir al Señor en el cumplimiento de su misión.

2. LA SANGRE NO ES AGUA

«Voy a ser como Él es” Jesús dijo: “El discípulo no es superior a su maestro; más todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro.”
Lucas 6:40

Jesús nos mostró cómo podemos ser como él. Primeramente tenemos que estar donde él está, en su presencia, y luego deberíamos aprender a ser como él. Mi papá siempre me decía; “la sangre no es agua”, esto significa que los lazos familiares son muy fuertes y nos unen de manera muy firme, aun en las circunstancias más difíciles.

Hoy entiendo que la sangre de Cristo cubrió mis pecados, gracias a su sangre tengo su Espíritu en mí, gracias a su sangre mi ADN cambió, “las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17) Ahora soy hijo de Dios, ya no estoy huérfano, sino que tengo al espíritu de adopción con el cual puedo clamar Abba padre. Por la sangre de Cristo, somos empoderados para caminar en su gracia y amor cada día.

Jesús dijo a sus discípulos: De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
Juan 5:25-27

Al decir la sangre no es agua, se entiende que voy a ser como él fue. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. Voy a ser un buen reflejo de quien él es, y voy a hacer todo lo que Él hizo. Amar como Jesús hizo, sanar enfermos, liberar a los cautivos, multiplicar los recursos como los panes y peces, todo voy hacer como él lo hizo.

Pero nunca decimos, voy a morir como Jesús lo hizo. Nos gusta ver las partes buenas, pero eso de morir clavado en una cruz; “no gracias”. Jesús mostró a sus discípulos, que él preparó el camino para que ellos
puedan ver, que la mayor victoria viene con el mayor de los sacrificios, ¡Su propio sacrificio en una cruz!

Ser como Jesús, implica muerte. Implica morir al yo para que la vida de Cristo se manifieste en nosotros: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los
que la oyeren vivirán”

3. HACER COMO EL HIZO

“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.”
Juan 5:28-29

Hacer como El hizo, implica fidelidad y obediencia para caminar en los propósitos de Dios. Hacer lo bueno, es hacer lo que es justo, es hacer lo que el Padre demanda de nuestras vidas; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida.

Juan 14:12 dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre.” Mayores cosas nosotros estamos haciendo, porque estamos
siguiendo los pasos de Jesús, no somos más que él, sino que buscamos hacer lo que él hizo al obedecerle, en cada desafío que enfrentamos y así tiene que ser con cada uno de nosotros.

Pedro le negó a Jesús, pero él no se quedó en ese lugar de vergüenza. Pedro se volvió a encontrar con Jesús y de este encuentro, dice en Juan 21:17 “Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.”

Pedro falló, pero aun así, el Señor Jesús le desafía a hacer lo que El hizo y como Él lo hizo; “Apacienta mis ovejas” Jesús, el buen Pastor, le confiaba a Pedro (aunque falló) la misma misión de cuidar el rebaño del Señor. Cuando por tercera vez Jesús le pregunta; ¿Me amas?, Pedro por fin entendió, Jesús le estaba amando primero, al no tomar en cuenta sus fallas y comprendió que “ese amor era suficiente” “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo” Hacer todo a la manera de Jesús, es poner su amor en primer lugar en nuestras vidas

Dice en el versículo 18-19 “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; más cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

El amor del Padre nos lleva al lugar correcto, nos guía en sus propósitos eternos y nos acerca su presencia, para así poder ser como Jesús, hablar lo que Él habló y hacer todo como Él lo hizo.

REFLEXIÓN

Nuestro desafío: “Llenar los zapatos de nuestro Padre”.

¿Amo su Presencia?
¿Soy un fiel reflejo de su gracia, amor y autoridad?
¿Estoy dispuesto a hacer la obra del Señor como Él lo hizo?

CONCLUSIÓN

Esta lección de Célula, enseña sobre la importancia de llenar los zapatos de mi Padre. Cuando la gente nos mira, tiene que ver la autoridad del Padre reflejada en nuestras vidas. Por esta razón debemos: amar su presencia, estar con Él, y como la sangre no es agua, ser como Él y hacer todo como Él lo hizo.

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